El triunfo de
Esparta en la Guerra del Peloponeso la convirtió en el árbitro de los destinos
de todas las polis griegas; pero la formación de aquel Estado imperialista no
era la más apropiada para mantener una ficticia unidad sobre el dividido
territorio helénico. Los Treinta Tiranos gobernaron en Atenas menos de un año.
Un jefe demócrata llamado Trasíbulo venció a Critias en Muniquia (404), y al
año siguiente restableció la constitución democrática promulgando una amnistía
de la que sólo se exceptuó a Sócrates.
Ante la
rebelión, acudió de nuevo Esparta a Persia, pero lo que interesaba al Gran Rey
era mantener la desunión entre los griegos, por lo que no vaciló en apoyar
ahora a los atenienses, protegiendo a Conón. El rey de los espartanos,
Agesilao, venció en Coronea a atenienses y tebanos coaligados, pero la escuadra
ateniense, al mando de Conón, batió a la espartana delante de Gnido. A la vista
de este triunfo, los persas cambiaron de orientación y ayudaron de nuevo a los
espartanos, y unos y otros hubieron de aceptar la paz humillante que se firmó
en Sardes el año 387, conocida con el nombre de Paz de Antálcidas, del nombre
del embajador espartano en la corte del Gran Rey que era entonces Artajerjes
II. Persia volvía a dominar las ciudades griegas del Asia Menor
y prohibía la formación de Ligas de ciudades helénicas; era el desquite de la
paz de Cimón.
Muchas ciudades
griegas se resintieron de esta paz vergonzosa, y a la cabeza de ellas se colocó
Tebas, que contó en aquel tiempo con dos grandes figuras -Pelópidas y
Epaminondas-, que reorganizaron el ejército dotando a la "falange"
(así se llamaba la unidad militar griega) de una movilidad desconocida hasta
entonces. Tebas encabezó una coalición contra Esparta y la rehecha Liga del
Peloponeso, y en la batalla de Leuctra (371 a. J. C.) deshizo definitivamente
la leyenda de imbatibilidad de la falange espartana, cuando derrotó al rey
Agesilado de aquel país de modo concluyente.
La noticia de
la victoria de Leuctra causó en toda Grecia gran entusiasmo. Todos los países
dominados por el militarismo espartano se sublevaron contra la odiada ciudad.
Jasón, tirano de Tesalia, pensó por un momento una nueva unificación de Grecia,
pero murió asesinado el 370 antes de Jesucristo. Tebas fue asistida en aquella
ocasión por los persas, y con su favor, Pelópidas y Epaminondas soñaron también
con el predominio de su ciudad sobre toda Grecia, pero Pelópidas murió
gloriosamente en la batalla de Cinoscéfalos (364) y Epaminondas tuvo un fin
semejante en la batalla de Mantinea (362), donde como en la Guerra del
Peloponeso, pelearon todos los Estados griegos divididos en dos bandos. A punto
de morir en la batalla, se le preguntó a Epaminondas qué había que hacer con el
triunfo que se estaba alcanzando, y éste contestó: "Haced la paz". y
así se hizo, terminando con ella la efímera hegemonía de Tebas sobre Grecia.